Espacio Pardo Bazán
Tiempo atrás cuando llevaba a cabo una investigación sobre la escritora Emilia Pardo Bazán (1851-1921), di con un artículo “Una nueva ¿ciencia? (La grafología)”*, dedicado al libro de Sara Oquendo, una amiga de Pardo Bazán (firmado con seudónimo) titulado “La grafología simplificada; arte de conocer el carácter de las personas por su letra; teoría y práctica” que a cualquier colega le haría hervir la sangre.
En mi caso, no llegué a tal punto de ebullición -para muestra, este artículo- muy al contrario, debo reconocer que las guardias en diversas garitas me han permitido aceptar que la firmeza en las ideas siempre debe dejar una grieta que permita acceder a la duda razonable.
Como no soy devota de ningún santo (nin sequera do meu, que é o verdadeiro 😉 ) el artículo de Pardo Bazán me dio para reflexionar sobre los censuradores violentos de la Grafología, así como sobre los mercachifles esotéricos que aseveran que el futuro está en las cartas.
Coincidiendo con la autora, a la hora de demostrar la falta de rigor del opúsculo, lo que más me divierten son sus apreciaciones sobre personajes históricos fallecidos, que no hacen más que constatar obviedades; efectivamente: “para ponerles a todos ellos el rotulito, maldita la falta que nos hacía la firma”; “quisiera que estos historiadores filosóficos predijesen con certeza, no lo ya ocurrido, sino lo que tiene que ocurrir dentro de un año, o de quince días… Dada nuestra corrupción… y conociendo nuestra época mejor que las pasadas, averigüen cuánto durará Cánovas en el poder, y el cariz que presentará la cuestión social.”
Pardo Bazán, gozando de su instinto científico (que cuesta emparejar con su fe religiosa) ataca la sobredimensión de los poderes atribuidos a la grafología, por algunos “devotos”; hasta cierto punto estaremos de acuerdo.
Pero discrepamos en su intento por desacreditar el procedimiento deductivo, al que se acogieron tantas y tantos maestros de la grafología a lo largo de siglos; procedimiento, en tal caso también aprobado por las ciencias empíricas y desde luego, por la filosofía, con importantes avances para el progreso humano.
Estoy segura de que una mente preclara, como la de Pardo Bazán, miraría con otros ojos a la grafología si conociese las averiguaciones y los estudios de los últimos años, valorándola como procedimiento indispensable no sólo en procesos judiciales sino en el ámbito de la salud y la educación.
Reviví esta perspectiva de Pardo Bazán a raíz de un artículo de Mariluz Puente Balsells** sobre Urbano González Serrano (1848-1904) “El Grafismo o Grafología, la ciencia de nuestras ignorancias”, en la revista del Instituto de Ciencias del Grafismo.
Casualmente, González Serrano, destacado intelectual que formó parte de la Institución Libre de Enseñanza, era buen amigo de Pardo Bazán. Incluso sería invitado por ella a impartir sus lecciones en el Ateneo de Madrid, cuando dirigía la Sección de literatura de dicha sociedad. La amistad sobrevivió a la feroz crítica de la escritora a los Estudios psicológicos, de González Serrano (se hablará de ello en otro espacio).
Como bien resalta Mariluz Puente, formó parte de un colectivo de pensadores asociados al krausismo, a quien debemos el despegue de la enseñanza de este país, como proyecto social civilizador.
A esta Institución se le debe el interés por la enseñanza de la mujer, y de la clase obrera. Nombres ilustres como Francisco Giner de los Ríos, fundador de la ILE, o Concepción Arenal, sirvieron en las filas de la Institución.
Dos artículos de dos intelectuales muy próximos, también en el tiempo, sobre la misma materia, pero, al contrario que Pardo Bazán, Urbano Serrano se encontraría entre los defensores de la grafología como fuente de saber.
Como destaca Mariluz Puente, “Se aproxima a la grafología bajo una mirada de circunspección científica… lejos del abrazo fanático a un saber que en ocasiones muestra su lado más ridículo, fruto de un peligroso juego de asociaciones artificiales y arbitrarias de ideas, que pueden convertirla en una de esas llamadas psicologías subjetivas, parafraseando a Stuart Mill”.
Procedimiento, fuente de conocimiento e investigación, ciencia, a discutir; de lo que no hay duda es que a lo largo de los siglos, desde el abad Michon hasta nuestros días, la grafología ha sido fuente de reflexión para intelectuales y profanos.
Mónica BC